"La
construcción social del contenido a enseñar", en El ABC de la tarea
docente: Currículo y enseñanza.
GVIRTZ,
SILVANA y MARIANO PALAMIDESSI.
Editorial
Aiqué. Buenos Aires, (1998). pp. 17-48
Por Tomás Arón
Hernández Olvera
El primer
capítulo titulado “La construcción social del contenido a enseñar” del libro de Gvirtz y Palamidessi, “El ABC de
la tarea docente: currículum y enseñanza” nos muestra un análisis de cómo las
sociedades de nuestros días administran los contenidos educativos partiendo
desde su definición hasta su presentación. El capítulo está dividido en tres
partes bien organizadas. En
la primera parte los autores tratan de describir la relación que guardan los
contenidos y la cultura. En el segundo apartado, se detallan los procesos, loas
actores y las instituciones que intervienen en la determinación de los
contenido a enseñar. Y en un tercer segmento, se plantean los problemas
relativos a la selección, organización y distribución social de los contenidos.
Ahondado
en la primera parte de este capítulo, los autores proponen una serie de conceptos
y significados de la palabra contenido para tener un punto de partida en su argumentación
y sintetizan el concepto de la siguiente frase, “la noción de “contenido” tiene
una relación muy estrecha con las acciones de limitar, controlar, ocupar,
conservar.” En lo personal, me gusta cuando algo tiene límites porque me permite
conocerlo y comprenderlo mejor. De la misma manera transpolar ese significado a
la práctica docente es muy bueno porque permite enmarcar aprendizaje y competencias.
Sin embargo, el proceso educativo no mantiene ese límite que es característica de
los contenidos ya que los alumnos por naturaleza mezclan todo sus conocimientos
previos y nuevos para el despliegue de habilidades en la resolución de alguna
actividad o situación. Y es en este punto donde el aspecto cultural hace su aparición
ya que ésta es, según los actores, “un conjunto de experiencias objetivadas,
compartidas y transmitidas.” Por lo tanto, no se puede separar al ser humano de
sus experiencias a largo de su proceso cognitivo. Los autores citan a Heidegger
para sustentar esta postura al escribir que, “la cultura es una red de
significados dentro de la cual los objetos, los seres, las acciones y las
personas cobran un sentido, una utilidad, un valor.”
Asimismo,
en el capítulo dos, los autores exponen una dura cuestión, “¿quién determina lo
que es útil, bello, verdadero o conveniente enseñar?”. Ellos argumentan que en
el campo cultural, “las instituciones de enseñanza superior son las principales
creadoras y productoras de disciplinas, ciencias o cuerpos de conocimiento. Del
mismo modo en el campo del Estado se “concentra el monopolio de la fuerza y la
autoridad legítima para arbitrar en los conflictos.” Y agregándole a los anteriores
el campo del mercado el cual es un “terreno fundamental para entender el
funcionamiento del poder en las sociedades actuales. Los agentes económicos influyen
de múltiples maneras en la selección cultural y la conformación de los contenidos
escolares.” Estos tres agentes únicos interactúan entre sí a la hora de plasmar
en los sistemas educativos los contenidos. Es decir, se conjuntan todos los
actores para dejar en medio un proceso
de caracter “recontextualizador” que “consiste
en la construcción del “qué” y el “cómo” de la enseñanza. El “qué” se refiere a
los contenidos que se deben transmitir y el “cómo”, a la manera de
transmitirlos.”
Finalmente,
en la tercera sección del capítulo, los autores proponen que la distribución social
del contenido están sujeto tres aspectos, a) los beneficiaros que recibieran ciertos
conocimientos, b) la forma de estructurar los contenidos para cada grupo social
y, c) los saberes que serán transmitidos a una determinada elite. Con respecto
a primer inciso, me permito aportar que, en nuestro país aún es limitado el número
de personas que tienen acceso a la educación pública básica. Y que los que son
beneficiados con ésta son obligados a asistir a la escuela que se les asigna
por métodos infundados. Y en relación con el segundo inciso que aquí se expone,
los currícula que imperan en el sistema público de nuestro país son tan
diversos como lo son las necesidades económicas a las que atienden. Es decir,
los contenidos operan hacia una formación laboral técnica. En donde los
estudiantes sean una fuente perfecta de mano de obra barata para ensanchar las
ganancias de las grandes corporaciones. Del mismo modo, profundizando en el
tercer inciso, los saberes que fomenta el sistema educativo mexicano clasifican
en muchos niveles a los estudiantes. Dejando los saberes de excelencia y
calidad para las más altas élites de la sociedad.
A
manera de conclusión, concuerdo con lo que los autores, Gvirtz y Palamidessi, resumen, “nos
enfrentamos así con un gran problema de la escuela actual: a pesar de que se
afirma la necesidad de promover una formación integral y crítica, la
organización de los contenidos (y la forma de enseñarlos) sigue siendo
fragmentaria.” Y es que, yo veo que los planes de estudio, aunque tienen una estructura basada en el aprendizaje y empujan mucho al docente a
preocuparse por abordar el temario. Y no se diga la grave exclusión de alumnos que intentan ingresar al nivel superior los cuales no tienen ninguna opción para estudiar porque no hay suficientes universidades publicas que son las únicas que ellos pueden pagar. Más aun, las paupérrimas condiciones físicas
y la exorbitante sobrepoblación en las aulas del nivel básico y medio superior simplemente violentan, sobajan psicológicamente a los
actores principales de este tema sin fin: los alumnos.
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