sábado, 2 de agosto de 2014

Reseña Crítica de

"La construcción social del contenido a enseñar", en El ABC de la tarea docente: Currículo y enseñanza.
GVIRTZ, SILVANA y MARIANO PALAMIDESSI.
Editorial Aiqué. Buenos Aires, (1998). pp. 17-48


Por Tomás Arón Hernández Olvera



         El primer capítulo titulado “La construcción social del contenido a enseñar”  del libro de Gvirtz y Palamidessi, “El ABC de la tarea docente: currículum y enseñanza” nos muestra un análisis de cómo las sociedades de nuestros días administran los contenidos educativos partiendo desde su definición hasta su presentación. El capítulo está dividido en tres partes bien organizadas. En la primera parte los autores tratan de describir la relación que guardan los contenidos y la cultura. En el segundo apartado, se detallan los procesos, loas actores y las instituciones que intervienen en la determinación de los contenido a enseñar. Y en un tercer segmento, se plantean los problemas relativos a la selección, organización y distribución social de los contenidos.

         Ahondado en la primera parte de este capítulo, los autores proponen una serie de conceptos y significados de la palabra contenido para tener un punto de partida en su argumentación y sintetizan el concepto de la siguiente frase, “la noción de “contenido” tiene una relación muy estrecha con las acciones de limitar, controlar, ocupar, conservar.” En lo personal, me gusta cuando algo tiene límites porque me permite conocerlo y comprenderlo mejor. De la misma manera transpolar ese significado a la práctica docente es muy bueno porque permite enmarcar aprendizaje y competencias. Sin embargo, el proceso educativo no mantiene ese límite que es característica de los contenidos ya que los alumnos por naturaleza mezclan todo sus conocimientos previos y nuevos para el despliegue de habilidades en la resolución de alguna actividad o situación. Y es en este punto donde el aspecto cultural hace su aparición ya que ésta es, según los actores, “un conjunto de experiencias objetivadas, compartidas y transmitidas.” Por lo tanto, no se puede separar al ser humano de sus experiencias a largo de su proceso cognitivo. Los autores citan a Heidegger para sustentar esta postura al escribir que, “la cultura es una red de significados dentro de la cual los objetos, los seres, las acciones y las personas cobran un sentido, una utilidad, un valor.”


         Asimismo, en el capítulo dos, los autores exponen una dura cuestión, “¿quién determina lo que es útil, bello, verdadero o conveniente enseñar?”. Ellos argumentan que en el campo cultural, “las instituciones de enseñanza superior son las principales creadoras y productoras de disciplinas, ciencias o cuerpos de conocimiento. Del mismo modo en el campo del Estado se “concentra el monopolio de la fuerza y la autoridad legítima para arbitrar en los conflictos.” Y agregándole a los anteriores el campo del mercado el cual es un “terreno fundamental para entender el funcionamiento del poder en las sociedades actuales. Los agentes económicos influyen de múltiples maneras en la selección cultural y la conformación de los contenidos escolares.” Estos tres agentes únicos interactúan entre sí a la hora de plasmar en los sistemas educativos los contenidos. Es decir, se conjuntan todos los actores para dejar en medio  un proceso de caracter “recontextualizador”  que “consiste en la construcción del “qué” y el “cómo” de la enseñanza. El “qué” se refiere a los contenidos que se deben transmitir y el “cómo”, a la manera de transmitirlos.”


           Finalmente, en la tercera sección del capítulo, los autores proponen que la distribución social del contenido están sujeto tres aspectos, a) los beneficiaros que recibieran ciertos conocimientos, b) la forma de estructurar los contenidos para cada grupo social y, c) los saberes que serán transmitidos a una determinada elite. Con respecto a primer inciso, me permito aportar que, en nuestro país aún es limitado el número de personas que tienen acceso a la educación pública básica. Y que los que son beneficiados con ésta son obligados a asistir a la escuela que se les asigna por métodos infundados. Y en relación con el segundo inciso que aquí se expone, los currícula que imperan en el sistema público de nuestro país son tan diversos como lo son las necesidades económicas a las que atienden. Es decir, los contenidos operan hacia una formación laboral técnica. En donde los estudiantes sean una fuente perfecta de mano de obra barata para ensanchar las ganancias de las grandes corporaciones. Del mismo modo, profundizando en el tercer inciso, los saberes que fomenta el sistema educativo mexicano clasifican en muchos niveles a los estudiantes. Dejando los saberes de excelencia y calidad para las más altas élites de la sociedad.

          A manera de conclusión, concuerdo con lo que los autores, Gvirtz y Palamidessi, resumen, “nos enfrentamos así con un gran problema de la escuela actual: a pesar de que se afirma la necesidad de promover una formación integral y crítica, la organización de los contenidos (y la forma de enseñarlos) sigue siendo fragmentaria.” Y es que, yo veo que los planes de estudio, aunque tienen una estructura basada en el aprendizaje y empujan mucho al  docente a preocuparse por abordar el temario. Y no se diga la grave exclusión de alumnos que intentan ingresar al nivel superior los cuales no tienen ninguna opción para estudiar porque no hay suficientes universidades publicas que son las únicas que ellos pueden pagar. Más aun, las paupérrimas condiciones físicas y la exorbitante sobrepoblación en las aulas del nivel básico y medio superior simplemente violentan, sobajan psicológicamente  a los actores principales de este tema sin fin: los alumnos




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